Tuesday, January 08, 2008

¡Stop in the name of God!


Desde hace 2 años que estoy escuchando la música de los ochentas, incluso la mitad de las fiestas a las que he asistido, son de esos musicales con Debbie Gibson, Rick Asley y otros cientos de tipos que ni siquiera en ese tiempo los escuche tanto como ahora.
Claro, en ese tiempo escuchaba mucho más a Julio Iglesias, Roció Jurado, Paloma San Basilio y al inigualable Raphael de España, pero se entiende que eso era lo que se escuchaba en los ochentas, y los nacionales no se quedaban atrás con la nueva ola del pollito fuentes y Gloria Simonneti en la televisión censurada por la dictadura reinante.

La noche de año nuevo 2008, la pista central, la más grande del recinto, estuvo tocando toda la noche este tipo de música y no estoy diciendo que no me guste la nostalgia, porque de otra manera no habría asistido al reencuentro de Soda Stereo, pero creo que ya no da para mas la onda retro y me parece que dentro de mis próximos panoramas, estará la música ochentena en último lugar.
Pero ahora en pleno 2008, a puertas del bicentenario y con los 30 años cumplidos hace 11 meses… pareciera que si escucho otra canción ochentena más, se me van a quitar las ganas de bailar. Si conozco a una chica de 22 años que me dijo hace una semana que los Fabulosos Cadillacs son lo mejor para armar un carrete! horror!
Más encima en la calle están pegados los afiches de Rod Steward y Iron Maiden para conciertos este verano y este sábado que recién pasó, me enteré por el diario que “tres leyendas” que son Journey, Peter Frampton y Eart Wind & Fire, estarán el 23 de Febrero en San Carlos de Apoquindo.
Ahora prefiero al chinchinero que recorre el centro de Santiago azotando el bombo, prefiero sintonizar la radio Universidad de Chile con la música brasilera tan sabrosa a la hora del retorno a la casa.
Dentro de mi lista de mp3 más escuchados últimamente, todas las ediciones comienzan con 200x es decir, del nuevo siglo, porque todo tiempo pasado no fue mejor - ni peor que al de ahora- sin idealizar. Estamos en otra época y más vale manejarla o por lo menos subirse al carro que va al ritmo de la Internet.