El Papa Benedicto XVI viene a Latinoamérica la próxima semana, específicamente estará de visita desde el 9 al 13 de mayo en la ciudad de Sao Paulo, Brasil, para inaugurar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.
La prensa dice que esta visita tiene como objetivo enfrentar la necesidad de una “urgente nueva evangelización en la América Latina” debido a la disminución del número de católicos. El Papa plantea que nos encontramos en el avance del “secularismo hedonista”, que dicho en otras palabras sería algo más o menos como:
El estado de las costumbres que este nuevo siglo, proclama como doctrina, donde el placer es el fin o bien supremo de la vida.
También plantea que esto se debe a un cambio cultural en las costumbres de millones de personas cristianas que necesitan urgentemente profundizar en los valores de la fe, y que deben asumir el estilo de los discípulos de Jesús, siendo sencillos, alegres y con fe sólida alimentada por la oración y los sacramentos.
Pero cuando de fe se trata, se entiende por ésta, que tenemos certeza absoluta de creer en algo y que no necesita ser demostrado por la ciencia y ésta puede estar relacionada a la creencia en una religión que no es exclusivamente la Iglesia Católica de Roma.
Entonces nos encontramos con que muchas de estas personas se encuentran integrando iglesias evangélicas y pentecostales y otras cientos de personas, en numerosas sectas, que según las estadísticas de Brasil resumen en que un:
78% son católicos, el 15,4% son sectas evangélicas y un 1,3% espiritistas
La explicación de los medios es que la crisis del catolicismo se debe a la decadencia moral de la sociedad y se cataloga a Brasil como el país latinoamericano con mayor penetración de sectas. Otros serían México y Guatemala.
Dentro de las entrevistas hechas a propósito de esta visita, se encuentra la del cardenal de Honduras, quien señaló “los pobres necesitan hechos concretos” y agregó “que es una de las principales preocupaciones del Papa”.
Pero resulta que la historia nos dice algo totalmente distinto. Ya en el Siglo XVI Martín Lutero, quien se oponía a la venta de indulgencias firmadas por el Papa de la Iglesia de Roma (que vendían la salvación de las almas de los creyentes al que tuviera dinero para pagar), los pobres estaba fuera de estos beneficios y sus almas se iban directo al infierno. Sin embargo, el mensaje original de Cristo era otro. Lo que Lutero encontró fue que Jesucristo dijo que el que en él cree se salva, solo eso bastaba. Luego con Juan Calvino se forma el protestantismo y la iglesia de la reforma, donde se produjo la separación con la iglesia Cristiana de Roma.
Entonces como ya sabemos, en América del Norte, donde se practica el protestantismo, los valores principales son la sencillez, el ahorro, el trabajo, la diligencia que indudablemente se traduce con el tiempo en riqueza, la cual es (para los protestantes) la comprobación de que se cuenta con la bendición de Dios. Para ellos la riqueza es dignidad y desconfían de los pobres, porque es una señal clara que Dios no lo está bendiciendo.
En cambio para nosotros, que pertenecemos a la cultura de América del Sur conquistados por los Cristianos de la Iglesia de Roma, dignificamos la pobreza y desconfiamos de los ricos, por lo tanto esto se encuentra tan entramado en nuestra cultura que probablemente siempre vamos a ser pobres.
Tenemos arraigada la cultura de ser pobres y eso lo sabe la Iglesia Católica de Roma, lo saben los empresarios que ganan 300 millones mensuales y que pagan sueldos de 200 mil pesos, manteniendo una clase obrera alienada, como una forma de esclavitud new age, que no tiene fin y que absorbe a las personas hacia una trampa mortal. O mejor dicho por Carlos Marx “la mayoría oprimida y explotada trabaja para la minoría dominante”. Carlos Marx negaba la existencia de Dios, decía que era un invento del hombre con la finalidad de esclavizar a otros hombres, creyendo en un cielo o paraíso irreal. Sostenía entonces que para la construcción de un verdadero humanismo era indispensable la negación de Dios.
Decía que la religión era el suspiro de los oprimidos, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu.
Es el opio del pueblo.